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Podenco Andaluz

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Mensaje por Amazic Lun Ene 18, 2010 12:57 am

HISTORIA DE LOS PODENCOS EN LA CUENCA DEL MEDITERRANEO.



Si bien el origen de los podencos se pierde en la noche de los tiempos, no habiendo sido esclarecido todavía, tampoco cabe duda que su historia está íntimamente ligada a la Cuenca del Mediterráneo formando parte indisoluble en la venatoria, especialmente del binomio podenco-conejo. Y esta tesitura, queda resuelta magistralmente en el caso del Podenco Andaluz por D. Manuel C. Jarén Nebot, gran estudioso y conocedor de las razas autóctonas andaluzas, quien en su monografía: “Podenco Andaluz… El rey humilde” nos ofrece un profundo estudio de la historia de la raza. De ahí que retomemos sus palabras a continuación (Tomado de la revista Todo Perros nº 21, 1.996)



UN POCO DE HISTORIA

No están claros los orígenes filogenéticos del perro, unos autores apuntan una descendencia lupoide, otros teorizan sobre la evolución a partir de chacales, y muchos opinan que es mejor no aventurarse en afirmaciones difíciles de demostrar. Delgado Bermejo y cols, en su obra “Clasificación funcional de las razas caninas. Mejora Genética Canina”, consideran al perro tipo podenco dentro del grupo de los Graioides, del cual derivan por un lado los galgos, y por otro lado los podencos. En lo que casi todos coinciden es que en el Paleolítico se inicia la cooperación interespecífica hombre-perro. Evidentemente, los cánidos primitivos que se unieron al hombre debieron ser autosuficientes y capaces de buscarse el sustento por sí solos.



Pues he aquí en los mismísimos albores de la cooperación entre el hombre y el perro, las representaciones de arte rupestre de nuestra península nos reflejan unos cánidos muy similares a los plasmados en las cuevas norteafricanas como las de Tassali-n-Ajier en el Sahara occidental. Algunos autores y arqueólogos interpretan a estos cánidos como lobos. Sin embargo, rasgos como el tamaño de las orejas, conformación de las cajas torácicas, formas de las colas y estructuras generales de estos animales, nos hacen pensar que no son lobos. Son animales que desde siempre han estado ahí mucho más cercano a nosotros, estos animales son…, son…, ¡podencos!

El perro podenco primitivo derivó, con el pasar del tiempo, en diversas razas. Algunas, como el Cirneco del Etna, el Basenji o el Canaan dog se consolidaron fuera de nuestras fronteras, pero se hallan irremediablemente vinculados filogenéticamente a los perros del Mediterráneo occidental.



Sin embargo, la verdadera cuna y santuario del podenco seguía estando en el mismo sitio: la Península Ibérica. Cuatro zonas diferenciadas produjeron familias (a la postre núcleos raciales) de perros podencos diferenciadas. Tres de estos núcleos son archipiélagos, Canarias, Baleares y Azores. Podenco Canario, Ibicenco y Azoriano son los endemismos de estas tierras. La existencia de razas diferenciadas en los archipiélagos próximos a la Península tiene una fácil explicación. Originariamente, estas islas no se encontraban habitadas y el perro como especie no existía en ellas. Tras ser introducidos por el hombre, los podencos por procesos o de aislamiento, deriva genética, selección y consanguinidades empezaron a manifestar diferencias tanto morfológicas como funcionales que al cabo de tiempo consolidaron el material genético existente en razas con características propias. En la Península, con el pasar del tiempo, los podencos quedarían constituidos en dos grandes núcleos, por un lado, los podencos portugueses, por otro, el protagonista de este trabajo, el Podenco Andaluz.



Es extraordinario el gran parecido que los podencos andaluces actuales tienen con los perros representados en las pinturas rupestres. ¿Por qué ha evolucionado tan poco en diez mil años? Intentaremos darle respuesta.

Como hemos visto, el área de origen del podenco se enclava en zonas de clima típicamente mediterráneo. El clima mediterráneo se caracteriza por pluviometrías escasas, veranos muy calurosos e inviernos templados a fríos. No es raro que en zonas de interior andaluzas, se pase de cuarenta y cinco grados en verano a varios grados bajo cero en invierno. La vegetación que existe en estas zonas está adaptada a este entorno hostil al cual hay que añadir una falta total de precipitaciones en los meses de estío. Las plantas han desarrollado estructuras de defensa como espinescencias, hojas coriáceas y tallos duros y fuertes. Es en este terreno donde los podencos andaluces se desenvuelven. Cualquiera que haya visitado las tremendas espesuras de jaras, brezos, coscojas y aulagas que existen en Sierra Morena, sabrá hasta que punto han de ser duros los animales que allí se atrevan a cazar. Porque el podenco andaluz no tiene otra razón de ser que la caza. Todo en el podenco es para la caza, su anatomía, su carácter, su psicología y su movimiento no tiene razón de ser si no es para cazar; y para cazar en nuestras latitudes. Es por esto por lo cual no ha evolucionado; porque no lo necesita; porque aquí es insuperable; es el Rey.



EL PODENCO EN LA LITERATURA



En nuestro País, la literatura venatoria es de una riqueza inigualable. Diversos autores a lo largo de la historia han coincidido en alabar al podenco de forma absolutamente justa, ya que todo aquél que lo hubiese visto trabajar no podía por menos que asentir en la abismal superioridad de nuestros podencos frente a otras castas caninas.



Corría el siglo XV cuando la familia Hurtado de Mendoza escribe al rey de Castilla con motivo del envío de unos presentes en deferencia al gran apoyo que la citada familia recibía de la corona. Los Hurtado de Mendoza pertenecían a la rama segunda de la casa del infantado, y eran dueños de grandes extensiones de tierras y muchas cabezas de ganado. Como nobles, eran asiduos en el ejercicio venatorio, y poseían unas magníficas cuadras y una gran rehala con “… un buen cavdal de Podencos et Lebreles et de Alanos”.



“El señor enbio vos tres, dos podencos et una podenca es mejor casta que ay en el mundo y del hum podenco vos certifico que non se puede mejorar”



Los podencos pelicerdeños de los Hurtado fueron muy alabados por la corte y sus descendientes montaron con los mejores perros de los monarcas castellanos durante muchos años.



En 1644 (siglo XVII) Alonso Martínez del Espinar en su “Arte de Ballestería y Montería” destaca al podenco como uno de los tipo caninos más difundidos y apreciados por los cazadores de la época, sin bien es verdad que en el siglo XVII los nobles preferían a los perros de muestra, y la mayor parte de la bibliografía de la época está dedicada casi por exclusividad a los perdigueros y perros de punta. El podenco pasó a convertirse en el perro del pueblo. La absoluta autosuficiencia del podenco para la caza menor le hizo gran aliado del campesinado con pocos recursos, para los cuales la caza no era un deporte, sino un modo de subsistencia.



Durante el siglo XVIII siguió la tónica respecto a las obras literarias dedicadas a la caza. La nobleza versada en la letras y claramente influenciada por esnobismos foráneos inició un despegue cualitativo para lograr mayores privilegios sobre el pueblo llano. Comenzaron sesudos debates para reivindicar la pertenencia (casi por obra divina) al grupo de los elegidos.



Dice José Cadalso en sus “Cartas Marruecas”. “Instando a mi amigo cristiano a que me explicase qué era nobleza hereditaria, después de decirme mil cosas que no entendí, y de reírse conmigo de muchas cosas que decía ser muy respetable en todo el mundo, concluyó con estas voces, interrumpidas con otras tantas carcajadas de risa: Nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que ochocientos años antes de mí nacimiento, muriese uno que se llamó igual que yo me llamo, y fue un hombre de provecho, aunque yo sea un inútil”.

Este ambiente es el que se respira en la sociedad de una época de grandes privilegiados para la clase noble y de gran hambrunas para la población campesina que vio cómo para poder sobrevivir se hacían repartir por las villas las llamadas “sopas económicas”, consistentes en chirivías hervidas, algarrobas, pan duro, manteca de cerdo, sal y vinagre y agua en cantidad. Veinticinco libras de este preparado era ración para cincuenta personas.

Esta situación se prolongó durante toda la segunda mitad del siglo XVIII, y en Andalucía sumió al campesino en la más profunda de las miserias. En este contexto, el podenco, como animal prácticamente autosuficiente, estuvo al lado de los pobres como gran ayuda, pues bastaba un solo perro para aportar algo de carne de caza a los depauperados estómagos de sus dueños.



El siglo XIX no comenzó mejor para el pueblo andaluz, ya que tras las hambrunas del dieciocho, llegó la ocupación francesa, con la consiguiente continuidad de falta de alimentos durante la guerra. Sin embargo, el podenco seguía allí, al lado del campesinado.



En el año 1864 es publicado en Madrid el “Tesoro de los perros de caza o arte de conocer las razas de perros”. Esta obra recopilada fue editada por una sociedad de cazadores de la cual no conocemos ni su sede ni su denominación. En los párrafos dedicados al podenco, podemos leer:



“El podenco ha de ser muy ligero, aunque no tanto como el galgo, y ha de tener la cabeza ancha, el hocico agudo, las orejas como el lobo, derechas hacia arriba, la cola enroscada y muy poblada de pelo por la parte inferior. Este perro es muy mañoso y sutil y de un olfato sobresaliente para los rastros: Mata los conejos en los más espesos jarales, y caza también las liebres de noche, lo que no hacen los galgos, porque no son de tanto viento y rastro. Generalmente se emplea al podenco para toda clase de ojeos, y para adiestrarle basta sacarle a menudo a caza”.



En los grupos de caza de podencos, llamados recovas o rehalas, existían unos perros cuya única función era la de llevar las piezas atrapadas por los otros perros al cazador. Estos perros especialistas reciben la denominación de “quitaores”. Muchos autores han considerado a estos perros como grandes podencos. En la obra citada anteriormente define al “quitaor” como:



“En las cacerías a ojeo se da nombre a un perro mixto de podenco y alano, que puede considerarse como jefe de la rehala, nombre con que designan los cazadores la reunión de todos los perros. Por lo común, el quitaor no caza, sino que va observando a los demás perros para apoderarse de las piezas que los otros cogen, antes que las estropeen o se las coman, y llevárselas al amo”.



Aunque esta definición pueda ser reveladora, cierto es que en tiempos recientes la función de quitaor pasó a ser desempeñada por podencos de talla grande. Por un lado, por falta de alanos, que hizo imposible estos cruces; y por otro, por la absoluta capacidad de los podencos de mayor envergadura para desempeñar este trabajo. Sin embargo, el quitaor no sólo actuaba en las recovas, sino que su campo de acción se extendía a las “manos” de los galgos para la caza de la liebre. Los célebres podencos “Campaneros” (sinonimia del actual podenco andaluz de talla grande), eran y son auténticos especialistas, pues las tierras de Campana, Carmona, tienen extensos páramos de cereales en los que habitan bravas liebres. Una carrera cualquiera de galgos puede fácilmente alejarse del cazador varios kilómetros; la ayuda del quitaor para arrebatarle la liebre a los galgos y llevarla al cazador es inestimable.



Ya hemos comentado que la razón de ser podenco es la caza. Uno de los mayores cazadores de nuestra literatura es don Antonio Corvasí. En sus muchos relatos menciona al podenco como el mejor perro del mundo para el ejercicio venatorio.



“El rey de los perros de la montería es siempre y será en la caza mayor, el podenco. Valiente en la lucha, incansable para la fatiga, duro, obediente y ágil como una ardilla, noble y leal para su amo; reúne todas las buenas condiciones de un magnífico perro de caza mayor”.



La mayoría de los autores antiguos, cuando tratan al podenco, no hacen distinciones en cuanto a agrupaciones raciales concretas. Fue en el año 1898 cuando se publicó el primer trabajo que catalogó a los podencos de la Península y que a la postre sentaría las bases teóricas de la raza que hoy conocemos como Podenco Andaluz. El autor Manuel Rodríguez “Lupus”, es además de experto cazador, un buen zootécnico y dejó para la posteridad su excepcional trabajo, a la postre uno de los más importantes en lo respecta al Podenco Andaluz.



EL PERRO PODENCO ANDALUZ EN EL CONJUNTO DE LAS RAZAS AUTÓCTONAS ESPAÑOLAS



Hablar del Podenco Andaluz dentro de la cinofilia española conlleva grandes paradojas y contradicciones. Por un lado, tenemos que la raza más numerosa de entre las nuestras, contando sólo en Andalucía con una población superior a la suma de resto de los raciales autóctonos, ha sido una de las últimas razas en alcanzar el reconocimiento oficial manteniéndose en un estado de indefinición hasta apenas unos años; por otro, siendo la más común de las razas es a su vez más desconocida, “raza casi sin historia y en olvido”, tal y como refiere Sarazá Ortiz en su obra “Canicultura” (1.963), que no ha contado con profundos estudios técnicos y científicos hasta bien entrada la década de los ochenta y sobre todo los años noventa. Esta situación ha conllevado de forma positiva la conservación de la totalidad de los efectivos en su más estado funcional, al margen de modismos y esnobismos superfluos, donde la funcionalidad, adaptabilidad y rusticidad han sido los criterios impuestos de una generación a otra por el hombre de campo y la selección natural.



Fue a raíz del I Symposium de Razas Caninas Españolas en 1.982 cuando se sentaron las bases de los primeros estudios biométricos sobre la raza, y a partir del siguiente Symposium, en 1.992, tomó cuerpo el Podenco Andaluz como raza oficialmente reconocida contando ya con una asociación de criadores plenamente constituida, el Club Nacional del Podenco Andaluz; un patrón racial reconocido (fruto de dicho Symposium) y un libro genealógico, cuyos registros se incluyeron en el Libro de Orígenes Español (L.O.E.) de la Real Sociedad Central de Fomento de Razas Caninas en España. Desde entonces, se estructuró oficialmente la raza considerando dentro de ella tres tallas o tamaños diferentes: Talla Grande, Talla Media y Talla Chica, y además tres tipos de pelo distintos como son el pelo corto, liso o fino; pelo duro o cerdeño y pelo largo o sedeño. De aquí deducimos, por la combinación de las diferentes tallas con las variedades de pelo, la existencia de nueve entes distintos dentro de la raza Podenco Andaluz.



UNA RAZA ANCESTRAL CON UN ORIGEN TODAVÍA DESCONOCIDO.



Cualquier raza evocará mayor ancestralidad cuanto más destacados sean los indicios que la acerquen a los orígenes de las primeras asociaciones cánido-hombre, ocurridas en la prehistórica Humanidad. Hoy día se puede obtener una aproximación de como ocurrió dicha asociación porque por una parte se conocen los hábitos oportunistas de especies de cánidos actuales que se acercan a las poblaciones humanas en busca de restos de comida; y por otra, porque el Hombre debió conocer desde muy antiguo las habilidades para la caza de estos carnívoros, y más tarde su sentido de la guarda del territorio. Ambas especies pudieron formar una simbiosis perfecta para lo que por aquellos tiempos más acuciaba, la obtención de proteínas animales, es decir, la depredación.



Esta mutua asociación se vería propiciada por caracteres etológicos comunes en ambas especies, el constituir grupos sociales con un cierto sentido de la jerarquía, así como multitud de pautas comportamentales ligadas a su sociobiología. De esta forma, se iniciaría la convivencia entre el cánido silvestre y el hombre, siendo el segundo el que ocupó el más alto rango jerárquico.



El hombre, por entonces no necesitaba de un cánido exótico, deforme o bello como las más recientes razas de perros, sino un cánido atlético, resistente y fuerte, o sea, un auxiliar práctico, modelado para ser un buen cazador, un cánido, que al igual que el hombre, fue labrado por la evolución a lo largo de millones de años.

La idea de ancestralidad en esta raza podemos obtenerla con un simple estudio de su morfología y fisiología más patente, amen de sus pautas comportamentales. En cuanto a la morfología resaltamos primeramente su aspecto primitivo, poco artificial y artificioso, sino todo lo contrario, de tipo ambiental, legado histórico de estas tierras forjado por la madre naturaleza. Prueba de ello es la gran impresión genética que esta raza deja en sus cruzamientos con otras poblaciones, ya que sus caracteres y herencia son dominantes, absorbiendo en todo momento a otros genotipos. En segundo lugar de sus características fisiológicas destacamos la extraordinaria capacidad de adaptación que presentan todo tipo de ambientes, gran versatilidad funcional, facilidad de crianza de la prole, resistencia a las más diversas situaciones climáticas, aceptación de cualquier tipo de dieta, parca o abundante; escasa patología, etc. Por último y desde el punto de vista etológico cinegético referir unas extraordinarias aptitudes para la caza en toda la fauna venatoria, desde el intrépido conejo al agerrido jabalí, siendo insustituible en este empleo, pese a las modas. Tanto es así que en algunas escenas de caza manifiesta con el hombre una colaboración perfecta: por ejemplo, cuando el perro acosa a un conejo refugiado en un lentisco ocupa la posición diametralmente opuesta al cazador de forma que el conejo sale por el lado de éste último, lo que parece indicar una estrategia consciente de colaboración con el hombre. De esta misma manera también podemos observar en la caza en grupo donde cada uno parece saber la función que le corresponde actuando en equipo sin antes nunca haber cazado juntos.



Todas estas características son reflejo de su arcaísmo, de su gran similitud con los perros primitivos, los primeros perros donde la selección era permanente y muy rigurosa, debido a que la motivación en el hombre era meramente funcional, tal y como ha ocurrido en los tiempos recientes en aquellos medios empobrecidos histórica y económicamente. Los cachorros que no cumplen con las exigencias para los que se les cría, son sacrificados de inmediato, evitando alimentar bocas inútiles, lo que viene a confirmar en esta raza que está muy poco mistificada desde la antigüedad.
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